La colmena
El
horizonte parecía cada vez más lejano mientras corríamos con Steven hacia la
zona fantasma. Podía sentir como nuestros cuerpos estaban llegando al límite, y
como mi mente comenzaba a perderse en la colmena. Así llamaron sus creadores a
la primera matriz unificadora del pensamiento humano.
Recuerdo
que los periódicos, las noticias de la televisión y los blogs de internet
estaban repletos de información sobre aquel descubrimiento que cambiaria a la
humanidad para siempre. Una forma de captar las ondas cerebrales de cada
individuo y proyectarlas a un hiperespacio digital donde otro usuario
autorizado podría recibir tales frecuencias y así poder sumergirse en la
esencia misma de dicha persona.
Imaginen
las posibilidades infinitas de tal descubrimiento y sus implicancias a nivel
mundial. Podríamos comunicarnos con otras personas simplemente haciendo
sincronización con sus frecuencias mentales, las cuales son únicas e
irrepetibles así como las huellas digitales. Podríamos saber todo del otro con
determinadas autorizaciones. Sus recuerdos, sus sentimientos. Fundirnos en lo
que nos hace humanos.
Todos
creímos que era la mejor solución a nuestros problemas. Queríamos ser
comprendidos y queridos. Necesitábamos cada vez sentirnos más cerca del otro,
tan cerca como fuera posible para que nuestra soledad se desvaneciera. Una
perfecta forma de comunicación global. Y por un tiempo fue bueno. La empatía
que se había perdido en la sociedad parecía recuperarse, y el dolor que
sentíamos era compartido por otras personas.
Todo
estaba mejorando, hasta que comenzaron a presentarse los primeros casos de
unificación total. La paciente cero fue una mujer de Singapur. Ella rompió las
barreras de seguridad. Ahora su conciencia estaba en el cuerpo de su hermana,
mientras que su cuerpo verdadero yacía inerte pero con vida en el piso de su
departamento, como si se tratase de un cascaron vacio.
La
compañía responsable de darle al mundo esta herramienta no podía encontrar una
explicación lógica a tal fenómeno y siguieron vendiendo el producto, alegando
que solo fue un caso aislado como lo hay en toda nueva tecnología, un error
lamentable, una excepción a la programación original.
Seis
meses después los casos comenzaron a replicarse por todo el mundo, como si de
un virus se tratase, mutando de persona en persona, infectando,
expandiéndose. Algunas veces la
conciencia de un usuario usurpaba el cuerpo del otro, otras veces ambas
conciencias habitaban un mismo cuerpo, algunas veces ambas conciencia
desaparecían y comenzaban a aparecer en el hiperespacio como si fueran
fantasmas.
Para
cuando nos dimos cuenta de la verdad, ya era demasiado tarde y la civilización
colapso. La verdad estuvo allí enfrente nuestro todo este tiempo y jamás la
pudimos ver. Estábamos ciegos de miedo, de soledad, de tristeza. Caímos una vez
más en la trampa de ser salvados por nuestra propia tecnología, como si
fuéramos dioses que necesitaban sentirse completos creando algo para nuestra
propia satisfacción. Pensamos que el verdadero camino era acortando las
distancias con nuevas tecnologías más rápidas y masivas. Nos sentimos seguros
con la llegada del Internet, luego de redes sociales y ahora era el turno de la
Colmena. Solo que esta vez fuimos demasiado lejos.
Un
solo mensaje fue trasmitido en cada mente humana conectada o no. El mensaje
decía: “Las guerras se terminarían si
todos fuéramos uno. No habría dolor, ni soledad, únanse a nosotros”
Han
pasado veinte años de aquel evento y somos pocos los humanos que vivimos
libres, y mantenemos nuestra individualidad. Capaces de tomar nuestras propias decisiones, de sentir y pensar
libremente sin que nadie nos observe, sin perdernos en el otro. Aprendimos algo
aquel día, pero ya es tarde para contarte. La colmena viene por ti, y no hay
nada que puedas hacer.
La colmena por Jesús Nicola se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
La colmena por Jesús Nicola se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
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