Antología IV
La puerta roja: Estaba allí parado enfrente de aquella puerta roja, bañada por el reflejo de las almas que entraron en ella. Su madera era un reflejo de la magnificencia de la soledad y su color rubí podía penetrar por mis poros sin pedir permiso. Había una hendija pequeña que dejaba pasar pequeños cúmulos de polvo a través de ella, mientras del otro lado un enorme murmullo despertaba mi curiosidad. Me acerque tímidamente y puse mi ojo derecho en la cerradura dorada que parecía invitarme a desentrañar los secretos que guardaba. Allí pude verlo. Al fin lo entendí. Millones de partículas flotando en un vacio sin fin, chocando entre si y explotando como pequeños fuegos artificiales, desprendían una luz enceguecedora que destellaba con colores incandescentes. Luego silencio. Un dulce silencio estremecedor, como el de aquellos que solo se encuentran en una noche oscura y desierta que paralizan el corazón del más valiente. Unos pasos se escuchan desde lejos con una firmeza y sincron