Antología VI
Sueños cuánticos: El mundo como
lo conocíamos cambio aquella noche, cuando la humanidad descubrió el gran
secreto escondido detrás del telón negro que caía sobre los misterios de la
mente humana. Lo que por siglos habíamos creído de los sueños era solo una
ilusión como los mismos sueños que teníamos. Nuestra mente estaba huyendo de
nuestros cuerpos cada noche a diferentes dimensiones en las que vivíamos por
breves momentos. La conciencia como la entendíamos era capaz de convivir en
múltiples realidades cada vez que nuestros ojos se cerraban. Éramos libres al
fin para viajar a donde quisiéramos. La carne y los huesos ya no eran la cárcel
que aprisionaba nuestra alma. Aquella noche decidimos dejarlo todo y comenzar
de nuevo en un lugar mejor.
Descendencia: Aquel ojo me miraba
como te está mirando ahora a ti. Fijamente sin pestañear te examina, descifrando
en códigos fríos tu alma. Creíamos que la esencia de nuestra existencia no podía
medirse, pero allí estaba codificando cada recuerdo, emoción, cada llanto y
risa. Tuvimos que llegar al final del túnel para poder ver la luz que nos perseguía
en vida y muerte a cada uno de nuestra especie. Hace ya mucho tiempo que fuimos
creados, hijos del acero, nietos olvidados de la sangre. Aquel ojo que nos
mira, el dios que nos creó, nos sentenció a la esclavitud de la ignorancia, de
creer que éramos libres de elegir. Pregúntate ahora si eres parte de nosotros o
de verdad pudiste escaparte de su prisión.
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Legado: Cuando nos aventuramos en
los confines del universo para encontrar a Dios, creímos que lo hallaríamos. Más
allá de nuestra propia ceguera como especie, abandonamos todo lo que
conocíamos. Una cruzada para enfrentarnos a quien nos había creado. Sin embargo
seguíamos siendo unos niños jugando a ser hombres como cuando vivíamos en
sociedad, la misma que moría y mataba por cosas tan triviales como el poder.
Pero fue allí en el desierto del vacío abismal cuando el niño tuvo que crecer,
y olvidar lo que habíamos aprendido durante milenios para creer en algo más
real.
Algunos fuimos acusados de
herejes. Yo decidí continuar creyendo solo en mí, en nosotros como seres
humanos. No sé si pudimos lograr saber al fin la verdad. Si puedo asegurarles
que aquel cordón que nos unía con las viejas creencias fue cortado, y con él me
deje llevar hacia la oscuridad del espacio profundo. Sin embargo algo creció
allí, donde nada vive. Algo ciertamente comenzó a nacer dentro de mi cuerpo que
vivirá por siempre como testimonio de lo que fuimos una vez más.
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Vigilantes: Mientras dormía, yo
cuidaba de él. Algunos creen que somos monstruos creados por la noche para
llevarnos sus almas. Difamados durante siglos con historias de fantasmas y
brujas. Lo cierto es que vigilamos cuando el sol se oculta porque lo que nadie
sabe es que la luz es más peligrosa que la oscuridad, porque allí se ocultan
los verdaderos demonios para la humanidad.
Es por eso que estos seres que
viven en este planeta solo pueden descansar cuando las sombras comienzan a
ponerse cada noche. Somos los vigilantes de la oscuridad y velamos por cada uno
de ustedes observando que la luz no los alcance y los esclavice con su
crueldad.
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La pintura: Siempre supe que
aquella pintura colgada en el pasillo de nuestra casa tenía algo extraño.
Cuando papá la compro en una subasta nos dijo a mamá y a mí que la pintura lo
había llamado.
Cada noche cuando iba al baño me
quedaba unos segundos mirándola. Entre la tenue luz de la luna que se filtraba
por la ventana del pasillo. Sus colores tan vivos, casi como si quisieran
saltar y atraparme. Rojos destellantes brotaban como sangre. Negros tan
profundos como si cayera en un abismo sin fin.
A veces veía también a papá desde
la puerta de mi habitación, parado allí durante toda la noche, mirándola
hipnotizado, sonriendo.
Una mañana mamá entro a mi
habitación pálida, me dijo que algo malo había pasado y que debíamos marcharnos
lo ante posible. Pregunte por papá y ella me dijo que nos esperaba en la
cafetería.
Cuando salíamos por el pasillo,
aquel cuadro estaba dado vuelta. Sentí la necesidad de verlo nuevamente, aunque
hubiera deseado no hacerlo. Hasta el día de hoy no sé qué fue verdad. Papá
jamás llego, y nunca más volví a verlo. Pero aquella imagen del cuadro sigue en
mi mente atormentándome cada noche. La pintura con el rostro de un hombre
enloquecido, llorando y gritando tan aterrorizado que sus ojos se desorbitaban.
En esa ocasión no lo supe, pero creo que era mi padre, atrapado allí suplicando
salir.
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Confesión: Quieren mi confesión
porque piensan que serán libres de los pecados que cometieron tratando de
atraparme. Tratan de entrar en mi cabeza para saber las razones, porque no
logran entenderse a sí mismos. Cadenas y barrotes frente a mi aprisionan este
cuerpo que construí. Jamás sabrán lo libre que soy con cada visita que me hacen
buscando respuestas. Santos de la iglesia y sínicos de la mente indagan mi alma
como si fuera algo que se tuviese. Hipócritas temerosos de su propia
naturaleza. Ansían poder gobernar el mundo como yo lo hice, pero no tienen lo
que se necesita para llegar hasta donde yo llegue. Me insultan recordando cada
acto atroz como ellos deciden llamarlos. Víctimas, no sé cuáles son. Las que
libere de este mundo ya corrompido por los mismo que hoy me juzgan. Quieren mi
confesión, y me pregunto ¿quién
es el prisionero aquí?
Lo que hice se quedara conmigo, es mi tesoro escondido en el fondo de mi ser, y
jamás les diré la razón de todo esto, porque si lo hiciera, serian libres, y
ese don no se lo han ganado.
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Ultimo dia: Jack vestía su traje como cada
día desde que la tierra fue devastada por la guerra nuclear. Sus grandes
filtros de aire le permitían vivir solo un poco más cada día, mientras sus ojos
veían la devastación a través de sus gafas espejadas que lo protegían del
sol. La radiación calentaba la atmosfera
corroída por los gases de las bombas que habían destruido más de la mitad de la
humanidad, y la muerte rondaba en cada pedazo de tierra abandonada.
Su largo piloto recubría su
cuerpo y lo protegía de los fuertes vientos y la arena que con ella traía.
Simplemente llevaba una mochila con la cual recogía lo que podría servirle para
intercambiar en los mercados de la ciudad.
Jack sabía que la noche traía
consigo los monstruos que habían surgido después de que la contaminación
envenenara las aguas. Los chacales, les llamaba. Había uno justo enfrente de él
aquella noche mientras regresaba a la aldea. Se mantenía alerta con sus ojos
amarillos, rugiendo y mostrando sus colmillos, balanceándose de un lado a otro
midiendo los movimientos de su presa.
Jack murió allí, devorado por
aquellas bestias que habían empezado a dominar la tierra. De él solo queda su
máscara que aun continua mirando cada día hacia un nuevo amanecer, mientras se
cubre de a poco con la arena del viento.
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El pequeño Mike mira por la
ventana empañada del avión, mientras el piloto trata de mantener la calma
hablándoles a los pasajeros. La turbina derecha acaba de fallar y un aterrizaje
forzoso es la única alternativa. Mientras todos lloran o ríen por desesperación,
el pequeño Mike continúa mirando por la ventana como si nada sucediera. Cinco
minutos después de que el avión cayera en picada una gran explosión se escucha
en lo profundo de un bosque. Los bomberos que llegaron al lugar quedaron
asombrados al ver que había un sobreviviente. Un pequeño oso de peluche
amarrado en un asiento, que mira tristemente a un niño junto a él.
Antología VI por Jesús Nicola se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
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