Cazador
La noche está completamente helada y puedo sentir mi aliento congelándose en el aire. Las estrellas brillan como pequeños destellos de olvidados pasados que vuelven cada noche para recordarme que soy un cazador. La nieve en la tierra es tan profunda que me hundo con cada pisada, duele con cada paso que doy, como agujas incrustándose en mi alma y mezclándose con el fuego de su frío. La luna allí arriba me llama, me seduce como lo hizo con mis antepasados, como si fantaseara con acercarse cada vez más a mí. El bosque a mis espaldas, inmutable, eterno, susurrando voces de centenares de presas que fueron abatidas en aquellas noches de antaño. El aroma del ambiente me embriaga cuando es traído por la briza nocturna en las partículas en el aire que puedo olfatear. Es dulce tanto que puedo saborearlo entre mis afilados dientes. Mis hermanos y hermanas están cerca, puedo sentirlos, todos listos para entrar en escena. Esta noche es especial, es una noche de caza. Una vez al año